Rod Lurie, que nos había sorprendido con la estupenda ‘Candidata al poder’, cae en todos los topicazos de este tipo de historias, que amparándose en el famoso “basada en hechos reales” da casi por hecho que tenemos que tragarnos todo lo que sale en el film simple y llanamente porque los hechos narrados en el mismo ocurrieron. Vale que no estamos ante algo difícil de asumir, o ante una historia tan increíble que necesitemos de ese rótulo para tragárnosla, pero el cine es otro mundo, y algo que pueda darse con facilidad en la vida real, dentro del celuloide puede ser la cosa más difícil de creer por algo tan sencillo como que el guión está mal escrito.
En ‘El último asalto’ ocurren las cosas sólo porque sí. El periodista se encuentra con el vagabundo en el momento justo de su vida sólo porque sí, le entrevista sin hacer la más mínima averiguación sobre lo que le cuenta, sólo porque sí. Publica el artículo sin corroborar absolutamente nada sólo porque sí. Y lo que en la vida real fue algo totalmente cierto y palpable, en el film suena forzado y casi ridículo, perdiendo así una oportunidad de oro para hablar de algo que la película sólo toca de refilón: la autenticidad en los trabajos periodísticos y de paso, la autenticidad de los propios periodistas, hasta dónde son capaces de llegar por conseguir reconocimiento. A cambio de eso, la misma termina cayendo en las obviedades más descaradas con un tono telefilmesco que tira por tierra todas sus posibilidades. Y aunque a Rod Lurie se le va algo de empeño en su puesta en escena, sobria y elegante, poco puede hacer por dar vida a un guión lleno de lugares comunes que no despiertan ningún interés.
Es Samuel L. Jackson el único aliciente de ‘El último asalto’. Es su interpretación la que está muy por encima de un más que facilón guión. El tono de su voz, impecable trabajo de transformación, expresa más que todo lo que su personaje pueda contarle al periodista ansioso por escribir algo por lo que puedan recordarle. Sus gestos, esta vez nada exagerados, hablan de tiempos pasados con mucha más eficacia que las palabras escritas en cualquier artículo. Y su mirada, perdida en otra época de mayor fortuna, se lamenta más por sus errores que todas las confesiones que pueda hacer en un momento de confianza. Es una pena que el guión no explote más algunas de las situaciones que se presentan en el relato, y también que caiga en salidas de tono (el chico que quiere darle una paliza). Y también es una pena que junten a Jackson con un actor de la talla de Josh Hartnett, que simplemente no da la talla, valga la redundancia. Su personaje requería de alguien con mayores dotes dramáticas, o de alguien que sea capaz de poner más de dos expresiones distintas. Por el film también se pasean Alan Alda, en un personaje muy poco aprovechado; Teri Hatcher, en una de las escenas más increíbles de la película; Kathryn Morris, sin cambiar ni un sólo pelo de su look en ‘Caso abierto’; y un irreconocible Peter Coyote, en dos de los instantes más acertados del film.
‘El último asalto’ es una floja película que nada aporta al cine, salvo una interpretación de altura que, lo que son las cosas, pasará desapercibida por culpa de su fracaso comercial (lógico por otro lado). Una pena lo de Rod Lurie, con lo que prometía con films como el protagonizado por Joan Allen y Jeff Bridges. Ya se encuentra ultimando su nuevo trabajo, también de corte periodístico, ‘Nothing but the Truth’, y visto su argumento, veo que Lurie está obsesionado con la “verdad”. ¿Y quién no?
sencillamente... Pablo
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