George Lucas relegó tareas de dirección en el artesano Irvin Kershner, cuya filmografía contiene más secuelas de otras sagas (‘El retorno de un hombre llamado Caballo’, ‘Nunca digas nunca jamás’, ‘Robocop 2’) consiguiendo con ésta su mejor película de lejos. Como guionistas contrató a un debutante Lawrence Kasdan y al veterano Leigh Brackett, quien trabajó durante años para el gran Howard Hawks, a quien le hizo los libretos de películas como ‘El sueño eterno’ o ‘Rio Bravo’. Casi nada. El resultado de tan inteligente operación: una obra maestra del cine fantástico, y la cota más alta alcanzada por todos los artífices de la saga.
‘El imperio contraataca’ continua justo después de los hechos acontecidos en ‘La guerra de las galaxias’. Los rebeldes, liderados entre otros por la Princesa Leia, se han escondido del malvado Imperio en el helado mundo de Hoth, el cual pronto será descubierto por Darth Vader, quien pone todo su empeño y esfuerzos en dar con Luke Skywalker, el joven en el que la Fuerza es tan, tan intensa… Tras un ataque imperial a la base rebelde, Leia y Han Solo intentarán huir desesperadamente de los cazas y destructores imperiales; y Skywalker irá con R2D2 a Dagobah, donde buscará a Yoda, un antiguo maestro jedi que le entrenará.
En ‘El imperio contraataca’ prácticamente todo es perfecto. Y vista hoy, 28 años después de su estreno, que se dice pronto, conserva toda su magia sin haber perdido ni un ápice de calidad, con lo cual pasa la prueba más importante y severa a la que se exponen todas las películas: el paso del tiempo. Yo me atrevería a decir que fue precisamente el tiempo el que ha colocado ‘El imperio contraataca’ en el lugar que se merece, dado que en el momento de su estreno pesaba demasiado la sombra de su predecesora, que durante mucho tiempo fue considerada como la mejor de todas. Personalmente pienso que ambas están a la misma altura, aunque si tuviera que tomar una de esas drásticas elecciones entre una y otra, es muy probable que me quedara con ‘El imperio contraataca’. Su fuerza (nunca mejor dicho), su pasión, su oscuridad, su épica, y su sentido de la aventura alcanzan unos niveles de inspiración tan equilibrados que es difícil resistirse a su poder de fascinación.
‘El imperio contraataca’ puede resumirse con una palabra: intensidad. Intensidad en todos y cada uno de sus momentos, ya sean secuencias de luchas con espadas luz, o batallas en el espacio, o de diálogo, o de lo que sea. Con un tono más sombrío que su predecesora, ya que aquí nos encontraremos con la presencia del lado oscuro en el personaje central, Luke, y todo lo que ello conlleva, la película se divide en dos líneas de acción bien diferenciadas (por un lado todo lo que le acontece al Halcón Milenario y sus tripulantes, y por otro los descubrimientos de Luke Skywalker) y magistralmente expuestas en paralelo con un estupendo ritmo y un in crescendo dramático, que tiene sus dos puntos cumbre cuando las líneas coinciden en el tramo final, y casi van seguidos: la congelación de Han Solo, y que de paso supone la contestación final a la relación Solo/Leia, y por supuesto el enfrentamiento entre Darth Vader y Luke con un desenlace de sobra conocido por todos, y que forma parte ya de los instantes más conocidos y recordados en la historia del cine.
Los actores están ya totalmente familiarizados con sus personajes, interpretados con mucha más convicción. Mark Hamill, Carrie Fisher y Harrison Ford forman un triángulo perfecto, y junto con el resto del elenco destacan en un film lleno de impresionantes efectos especiales, con los que se conjuntan gracias a la sobria puesta en escena de Kershner, que filma cada una de las set pieces del film con inusitada pericia: el combate en la nieve, la fuga del Halcón Milenario a través de asteroides que guardan sorpresas en su interior, el entrenamiento de Luke por parte de Yoda (inolvidable nuevo personaje en la saga), la ciudad en las nubes, el enfrentamiento entre un padre y su hijo, por sólo citar lo más importante, son escenas que ya no pertenecen a George Lucas, o a Kasdan o a Kershner. Pertenecen al público, a generaciones enteras que disfrutan una y otra vez de la grandiosidad de un espectáculo bien servido, emocionándose una y otra vez, completándose así la “comunicación” entre una obra cuando es exhibida, y el destinatario cuando la ve y la asimila. Lo dicho, una obra maestra.
sencillamente... Pablo
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